Hogar – una palabra que ha cambiado de significado a lo largo de mis años en la bulliciosa Buenos Aires, bajo el resplandor neón de Seúl y en medio del ritmo implacable de Nueva York. Cada ciudad, con su caos vibrante y su encanto único, me enseñó algo sobre el mundo y, inadvertidamente, sobre mí mismo. Pero aquí en Minca, es diferente. Aquí, las lecciones son más silenciosas, más profundas, arraigadas en la simplicidad de la naturaleza y el paso sosegado del tiempo.

Este redescubrimiento no es solo geográfico; es culinario, es cultural, es un despertar. Cada plato que creo en mi cocina es un testimonio de este viaje. No solo colombiano, no solo influenciado por las innumerables cocinas que he encontrado, sino algo más: un tapiz comestible de mis viajes, cada sabor una historia, cada aroma un recuerdo. Cocinar aquí no es solo alimentar el cuerpo; es nutrir el alma, es reconectar con raíces olvidadas mientras se les infunde la esencia de tierras lejanas.